Un balance es una especie de prueba donde uno es el alumno nervioso y al mismo tiempo el exigente profesor. De alguna manera, confrontamos lo que soñamos y proyectamos (consciente o inconscientemente) con lo que realmente llegamos a hacer. El resultado revela el estado de situación, una situación que muchas veces nos incomoda.
Hacer un balance siempre es complicado; incluso hay quienes los odian. A mí me gustan y hacerlos a fin de año es solo una excusa. Deberíamos tomar tiempo para reflexionar sobre lo que estamos haciendo un par de veces al año como mínimo.
Creo, sin embargo, que un balance siempre tiene resultados positivos: aun en los puntos en los que no hemos logrado superarnos, el balance nos muestra qué nos faltó hacer y nos ayuda a reflexionar sobre los pasos que debemos seguir para no dejar objetivos inconclusos.
Por ejemplo: yo me había propuesto este año empezar las clases de canto.
¿Lo hice?
No.
¿Por qué?
Por falta de tiempo o falta de organización. Porque me colgué.
¿Todavía quiero cumplir ese objetivo?
Si.
¿Qué debería hacer?
Averiguar por un profesor y anotarme.
Punto.
Es más fácil tomar acción cuando identificamos (y preferentemente pasamos a papel) qué es lo que nos habíamos propuesto y cómo estamos ahora. Por eso creo que realizar un balance es importante y va de la mano con plantearnos objetivos.
Para este 2015 no temas ponerte metas por temor a fracasar.
…los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos.
Marcelo Bielsa.
Por mi parte, gracias por acompañarme en este gran año. Guardo mi balance como algo personal en esta ocasión. Han sucedido muchas cosas buenas, más de las que hubiera imaginado a comienzos de año.
Ya me pongo en posición para recibir el 2015 que seguramente tendrá sus mañas, pero pienso darle pelea.