Todos tenemos la desgracia (o suerte) de tener a nuestro lado personas depresivas, pesimistas, negativas o malhumoradas. Sencillamente son parte de la vida.
Ninguno de nosotros se acuesta en un colchón de rosas ni esta libre de problemas, pero hay algunos que simplemente se quejan de su situación y otros que hacen algo para cambiarla. Y si no la pueden cambiar, por lo menos no lloran sobre la leche derramada.
Creo que el punto radica en que algunos piensan que al vida es como dirigir una película, si algo sale mal puede filmarse de nuevo hasta que los actores hagan lo que uno quiere. Sucede que en pleno rodaje se dan cuenta que los actores y actrices no tienen mucho interés en seguir el libreto que tenemos preparado, entonces se deprimen, se lamentan y lloran porque los demás están arruinando su película. La vida no es dirigir una película, es actuar una obra.
¿Por qué? Porque cuando uno actúa, lo que pasó, pasó (como diría el pastor Daddy Yanquee) y si no salió como en el libreto decía, poco hay para hacer, todos ya sabemos… el show debe continuar.