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Salí de una vez a la maldita cancha

Si pudiera elegir un super poder sería el de arriesgarme. El de intentar. El de no esperar a que todo se dé o a estar listo para comenzar algo.

Tengo 34 pirulos y cuando miro para atrás, además de ver las cosas un poco lejos y con muchos errores, me doy cuenta de lo importante que fueron las decisiones que tomé cuando aún no estaba listo al 100%.

Cuando veo clientes, amigos o conocidos que se quedan esperando el momento oportuno para lanzar su producto, comenzar su emprendimiento, hacer un curso o aprender algo nuevo me lamento el tiempo perdido.

Muchas de las oportunidades que desaprovechamos son por inseguridades a veces disfrazadas de dar lo mejor de nosotros.

Cuando te sientas listo para algo es muy probable que ya sea tarde.

A los 16 años formamos una banda de música y yo todavía no sabía tocar muy bien la guitarra, me daba vergüenza cantar (y desafinaba). Menos mal. Porque sigo sin saber tocar y desafinando pero por lo menos tuve una banda y compuse más de 30 canciones 🙂

Comencé proyectos sin tener una preparación completa. Aprendí sobre la marcha. Me equivoqué y pagué 😛 pero en el proceso gané un montón.

Si sos de los perfeccionistas está claro que este post no va a ser de tu agrado. Lo lamento.

Pero si sos de los otros, te animo a que salgas de una vez a la maldita cancha. Que pruebes esa idea. Ese proyecto. Ese deseo.

Un golpe de realidad viene muy bien en las etapas tempranas y puede orientarte mucho más que una preparación previa exhaustiva.

Cuando se desarrollan productos nuevos se debe tratar de probar su valor directamente en el campo, no en un laboratorio lleno de genios.

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30 años y contando…

Escuché decir que la vida se divide en tres etapas de treinta años cada una: Preparación, Producción y Proyección.

Suena demasiado optimista pensar que vamos a vivir noventa años (Dios quiera); más para una persona como yo que piensa seguido que hoy podría ser el último día de nuestras vidas.

También suena demasiado preciso… Pero como sea, me gustó mucho esta división de etapas, porque, aun sin saberlas, marcaron un poco mi proceso; por lo menos lo que fue esta primera etapa y esperemos que el comienzo de la segunda…

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Objetivos 2016

Como te conté en mi post de Balance 2015, cada comienzo de año me planteo objetivos generales.

A través de los años, es divertido leer lo que uno se planteaba (por ejemplo, esta lista de objetivos de 2010). Es interesante a fin de año ver si lo conseguí o no. Qué me faltó y qué logré.

Trazar objetivos te ayuda a tomar mejores decisiones. Frente a una posibilidad te podés hacer la pregunta «¿Me acerca esto a mi objetivo o me aleja de él?«. Es una especie de mapa de ruta.

No hay por qué seguirlos al pie de la letra. Quizá en el camino encontrás una ruta mejor o quizá una calle está cortada y tenés que recalcular. Pero bueno, por lo menos tenés un destino al que querés llegar.

Algo que me suele suceder con estos objetivos es que en marzo ya casi no los tengo presentes. Entonces, este año incluí un cambio. Hacer objetivos mensuales o trimestrales.

La idea la saqué de Neville Medhora, un genio del copywriting con el que estoy haciendo un curso (y lo recomiendo!). En su blog personal casi que solo publica sus objetivos mensuales.

Ahora si, me tengo que apurar a escribir mis objetivos de enero porque ya se me va el mes.

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Balance 2015

Tengo un recuerdo de mi infancia sobre los balances. A comienzos de año mi papá y mi mamá nos juntaban y decían que teníamos «reunión de familia». En esta reunión cada uno anotaba sus objetivos los siguientes 365 días en las diferentes áreas de su vida: familiar, laboral (escolar en esa época), espiritual, etc. A fin de año, realizábamos un balance con lo sucedido.

De alguna manera mantuve esta costumbre cada comienzo y fin de año. Podés leer mi balance 2009, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2014. Algunos con más o menos detalle, pero balances al fin. Hoy escribiré el de 2015.

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Por qué deberías hacer un balance a fin de año

 

Un balance es una especie de prueba donde uno es el alumno nervioso y al mismo tiempo el exigente profesor. De alguna manera, confrontamos lo que soñamos y proyectamos (consciente o inconscientemente) con lo que realmente llegamos a hacer. El resultado revela el estado de situación, una situación que muchas veces nos incomoda.

Hacer un balance siempre es complicado; incluso hay quienes los odian. A mí me gustan y hacerlos a fin de año es solo una excusa. Deberíamos tomar tiempo para reflexionar sobre lo que estamos haciendo un par de veces al año como mínimo.

Creo, sin embargo, que un balance siempre tiene resultados positivos: aun en los puntos en los que no hemos logrado superarnos, el balance nos muestra qué nos faltó hacer y nos ayuda a reflexionar sobre los pasos que debemos seguir para no dejar objetivos inconclusos.

Por ejemplo: yo me había propuesto este año empezar las clases de canto.

¿Lo hice?
No.
¿Por qué?
Por falta de tiempo o falta de organización. Porque me colgué.
¿Todavía quiero cumplir ese objetivo?
Si.
¿Qué debería hacer?
Averiguar por un profesor y anotarme.
Punto.

 

Es más fácil tomar acción cuando identificamos (y preferentemente pasamos a papel) qué es lo que nos habíamos propuesto y cómo estamos ahora. Por eso creo que realizar un balance es importante y va de la mano con plantearnos objetivos.

Para este 2015 no temas ponerte metas por temor a fracasar.

…los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos.
Marcelo Bielsa.

Por mi parte, gracias por acompañarme en este gran año. Guardo mi balance como algo personal en esta ocasión. Han sucedido muchas cosas buenas, más de las que hubiera imaginado a comienzos de año.

Ya me pongo en posición para recibir el 2015 que seguramente tendrá sus mañas, pero pienso darle pelea.