Si pudiera elegir un super poder sería el de arriesgarme. El de intentar. El de no esperar a que todo se dé o a estar listo para comenzar algo.
Tengo 34 pirulos y cuando miro para atrás, además de ver las cosas un poco lejos y con muchos errores, me doy cuenta de lo importante que fueron las decisiones que tomé cuando aún no estaba listo al 100%.
Cuando veo clientes, amigos o conocidos que se quedan esperando el momento oportuno para lanzar su producto, comenzar su emprendimiento, hacer un curso o aprender algo nuevo me lamento el tiempo perdido.
Muchas de las oportunidades que desaprovechamos son por inseguridades a veces disfrazadas de dar lo mejor de nosotros.
Cuando te sientas listo para algo es muy probable que ya sea tarde.
A los 16 años formamos una banda de música y yo todavía no sabía tocar muy bien la guitarra, me daba vergüenza cantar (y desafinaba). Menos mal. Porque sigo sin saber tocar y desafinando pero por lo menos tuve una banda y compuse más de 30 canciones 🙂
Comencé proyectos sin tener una preparación completa. Aprendí sobre la marcha. Me equivoqué y pagué 😛 pero en el proceso gané un montón.
Si sos de los perfeccionistas está claro que este post no va a ser de tu agrado. Lo lamento.
Pero si sos de los otros, te animo a que salgas de una vez a la maldita cancha. Que pruebes esa idea. Ese proyecto. Ese deseo.
Un golpe de realidad viene muy bien en las etapas tempranas y puede orientarte mucho más que una preparación previa exhaustiva.
Cuando se desarrollan productos nuevos se debe tratar de probar su valor directamente en el campo, no en un laboratorio lleno de genios.